Queridos lectores, curiosos, y algún admirador ocasional.
Tengo que pediros disculpas. Llevo casi un año sin actualizar este blog. Afortunadamente, el motivo no es que haya dejado de escribir. Al contrario, en este tiempo he escrito bastante, no he terminado nada, pero estoy satisfecha. El problema es que no creí que tuviese nada que mereciese la pena ser enseñado. Os pido disculpas por no actualizar la página de Puntos Negros en Facebook ni mi perfil (que ahora mismo está casi oculto), y por apenas saludar de vez en cuando en Twitter. Os pido disculpas también por no aparecer en Goodreads. Os pido disculpas por no haber terminado la nueva novela, por haberla abandonado, por haberla retomado tres o cuatro veces ya.
Mi objetivo con este blog era comunicarme como escritora, no como persona, y ni siquiera eso he conseguido. Porque no quería mostrarme tal y como soy, imperfecta, insegura, vulnerable. Y todo para qué. Para callarme y dejar que se acumulase polvo en este precioso blog del que tan orgullosa estaba.
¿Y qué decir de las reseñas? Dejé de postearlas porque no creí que os pudiesen interesar los libros que leo. La mayoría son best sellers o pertenecen a mis tres autores de cabecera.
Sin embargo, por encima de todo lo demás, me pido disculpas a mí misma. Por no creer en lo que hago, por no considerarme buena escritora, por machacarme por no leer suficientes libros. Por no darme margen, por no aceptarme tal y como soy. Por no considerar que lo que hago merece la pena.
No me conocéis en persona, porque yo no he querido, pero ya va siendo hora de mostrarme un poco, y lo primero que he he decir es que soy una mujer que necesita validación constante. Nada de lo que hago me parece suficiente, y muchas veces tampoco me parece correcto. En este tiempo en el que he estado ausente, y tal vez durante años atrás, he sentido que no era buena, ni siquiera era decente. Pero seguía escribiendo, eso no lo podía evitar. Yo no vivo de esto ni tengo la intención de gastar mis energías en conseguirlo, pero nunca me he sentido tan satisfecha como para decir: «eh, al menos escribo, e incluso he publicado». Nunca.
Porque cuando uno se cree poca cosa, no importa lo que haga, se sentirá pequeño. Antes no me sentía escritora porque no había publicado. Después de publicar, todas las ventas me parecían pocas. Luego llegó un nuevo proyecto, y lo he estado escrutando mientras lo desarrollaba, igual que me escruto a mí misma. ¿Es una novela válida? ¿Es buena? ¿Le gustará a alguien? Aún ahora, después de retomarla, no sé si llegará a algún sitio. Aún ahora, con casi treinta mil palabras, a veces pienso que volveré a abandonarla porque no vale la pena. Así de dura soy, y por nada. Sigo obsesionada con los requisitos para ser escritora, y con los requisitos que debe cumplir aquello que escribo para ser leído.
No debería importar. Debería escribir por el placer (siempre presente) de hacerlo, y publicarlo aquí si me gusta lo suficiente, aunque no sea perfecto. Debería actualizar las RRSS con algo nuevo de vez en cuando, algo sustancioso, algo que valga la pena, aunque luego no llegue a ninguna parte.
Una de las cosas que más me frena a la hora de aceptarme es algo tan irrelevante como encajar. Encajar en un sitio, en una etiqueta, y no salirme. No meter la pata con tal de que no me saquen de ese sitio. No quiero decir aquí nada que espante a un posible lector de novelas de misterio, y al final no escribo nada. En RRSS no opino sobre temas de actualidad, sobre la vida y el amor (ay, el amor, menuda mierda, lectores), para no invocar al temible rechazo, y al final estoy muda. No expreso mis ideas políticas o mis inquietudes, aunque luego quedan patentes en lo que escribo. Absurdo, ¿verdad? Es curioso lo de las etiquetas. Las adoptamos (o pedimos permiso para adoptarlas a los que creemos que tienen autoridad sobre ellas) porque nos dan una sensación de pertenencia, pero luego a veces no nos creemos merecedores de ellas, porque nos parece que requieren unos requisitos muy concretos.
Tampoco comento los libros que leo, porque son pocos y a lo mejor no os interesan, o ya los leísteis cuando salieron a la venta. No soy moderna. A veces comparto música que me inspira, u otro tipo de contenidos con los que me identifico, pero siempre con miedo de perder seguidores que no me aprecien tal y como soy. Como si en este mundillo literario todo fuese algo personal*. Como si no hubiese escritores mediocres con miles de seguidores.
Quiero ser escritora. Creo que ya lo soy. Y sin embargo no encajo en el grupo de los lectores empedernidos, porque me interesan más otras cosas (o sea, tengo un libro a medias y aunque me gusta, creo que no lo toco desde el lunes). Solo produzco letras, y soy la primera que las esconde si creo que a alguien no le van a gustar. A pesar de que me maraville a mí misma a veces con lo que hago, con lo que he aprendido, y con mi capacidad de crear personajes complejos y humanos. Pero ¿qué pasa si los dejo al descubierto? ¿Qué harán con ellos?
Todo esto viene a que tengo que perdonarme a mí misma, por los castigos que me inflijo, y que al final me impiden hacer lo que más me gusta: contar historias, vayan a donde vayan; dejar de flagelarme para adorarme, y así dar rienda suelta a los cientos de ideas que cruzan mi cabeza como arpones en el agua, tratando de alcanzar un pez escurridizo. En el fondo creo firmemente que para crear tienes que creer, creer en ti mismo y en lo que haces, y aferrarte a tu estilo, aunque aprendas y evoluciones. En algún punto de tu cabeza tienes que creerte el mejor, y proteger la llama, igual que hacía el valiente Ralph en El señor de las moscas (la única novela sobre masculinidad que de verdad recomiendo leer), proteger el impulso que te hace seguir adelante, sabiendo que habrá algunas personas a las que no le gustes y eso te debe dar igual. Tienes que ser tu propia cocaína a la hora de dejar volar tu imaginación. Tienes que creer que eres bueno para continuar, y ser auto indulgente, porque a fin de cuentas siempre vendrá alguien a quien no le guste lo que hagas, así que al menos date tú un aprobado.
Pocas cosas funcionan a la fuerza, y en mi caso, no funciona casi ninguna. Mucho menos en estos momentos de problemas personales y gran (mayor) inseguridad. He logrado hacer ejercicio de forma regular, tengo una buena relación con familiares y amigos (incluso he conseguido hacer amigos nuevos), he logrado cosas de las que no me consideraba capaz… Pero no puedo ser bloguera a la fuerza, ni exponer lo que escribo si no me siento segura. Todo lo que hago lo hago por una razón, y si no hay razón, no puedo hacerlo. Por eso solo leo a mujeres, aunque pueda parecer una imposición; desde que lo hago, tengo más ganas de leer, y esa es la mayor motivación. Por eso me dejo llevar por mis sentimientos cuando escribo ficción, y meto mucho de mí misma. Eso me da más ganas de escribir. Y si algo te da ganas de leer o de escribir, entonces está bien.
Por eso voy a renunciar a comprometerme con vosotros, y voy a comprometerme conmigo misma. A valorar lo que hago por el hecho de hacerlo, a mimarlo y corregirlo hasta que me guste y mostrarlo si lo creo conveniente, a compartir otros escritos que tengo por otros blogs, y que no han llegado aquí por su carga política, pero de los cuales me siento orgullosa por su calidad. A no tener miedo del rechazo por parte de mis lectores, porque no tengo un compromiso con vosotros tal como para decepcionaros. Esta relación solo importa si va a mejor.
De modo que he vuelto, y voy a quedarme para escribir, compartir, y crecer. Acompañadme.
*Esta frase era fuertemente sarcástica
Pido también disculpas por la gran cantidad de erratas de este post, creo que ya las he corregido todas.