Ya puedes leer la primera parte de «Vértigo»
Bruno llegó a casa a las seis y cuatro minutos de la tarde, cerró de un portazo y dejó caer las llaves en la repisa de la entrada. Se sentó en su silla de la mesa de la cocina, respiró hondo, entrelazó las manos sobre la mesa y no tuvo más remedio que admitir la cruda realidad.
-Acabo de ver a Eva.
Lo pronunció claramente, en voz alta, pero no había nadie que le respondiera.
Era ella. Entró en la cafetería cuando Bruno ya se había despedido de su amigo y se levantaba para irse. La vio claramente, de forma nítida, y sabía que no era una alucinación; hablaba y se movía con normalidad, le pidió al camarero de la barra un café solo y una tostada y se sentó en un taburete.
Era ella. Llevaba su pelo castaño teñido de negro, un abrigo viejo que él no había visto…
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